I No era un día normal, había un sabor dulce en el aire, aunque nadie decía nada; nunca nadie decía nada. Yo estaba postrado sobre la roca de siempre, junto al diminuto arroyo de siempre, al fondo del encumbrado cañón tupido de follaje de siempre. Había más agua de lo acostumbrado y otros como yo que junto a sus pequeños se regocijaban en el agua sin preocupación aparente. La corriente era más fuerte, los remolinos se movían con mayor velocidad y los arboles danzaban sobre nosotros cantando y silbando acongojados. Había llovido por la noche y soplaba un viento frío que paralizaba, por lo mismo no había muchos bichos, ni un mosquito, ni una mosca, nada. El aire corría por entre las crestas, bajaba directo de las nubes, como recién parido, cayendo con fuerza sobre nosotros. Nos asustó el repentino graznido de cientos de cuervos y el chirrido de otras aves que se levantaron en vuelo todas al mismo tiempo, aletearon despavoridas hasta perderse por encima del desfiladero. Alarmad...
ilustraciones, pintura, fotografía, video, gastronomía, literatura, y otras cosas