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El Sagrado Matrimonio / Primera Parte: La "Eiprel"

A los diecinueve años Ulises se reencontró con Abril (Eiprel) la gringuita que se hacía pipí en los pupitres en la primaria. No la había visto desde cuarto de primaria, después de eso ella se había regresado a vivir a Tucson. Era “spring break” y el pueblo se llenaba de adolecentes y jóvenes de Arizona. Ulises estaba en la playa con Cornelio, su vecino y amigo de toda la vida. El papá de Cornelio tenía pangas y en épocas de turismo paseaba a los gringos en una banana inflable por tres dólares cada uno. Ulises y Cornelio ofrecían el paseo por toda la playa gritando: “BANANA RIDE, BANANA RIDE” y a poner los chalecos salvavidas; cuando se trataban de chicas guapas les ayudaban a subir apoyando las nalgas de las muchachas con las palmas de sus manos. “Viste como le agarre el culo” – presumía Cornelio siempre que ayudaba una gringa, le encantaba exagerar “Me sonrió la morrita”. Entre una multitud Abril reconoció a Ulises y lo saludó efusivamente, corriendo hacía el dentro de un diminuto bikini negro lo abrazó expulsando un largo grito/chillido agudo, Ulises no supo quien era y se le quedó mirando a Cornelio; Éste le guiñó el ojo a Ulises y le hizo señas obscenas con las manos (un tipo de aprobación e instigación sexual). No fue hasta que Abril empezó a hablar cuando Ulises la reconoció, tenía el mismo acento que diez años atrás; se le quedó viendo y se extrañó de no haberla recordado antes, tenía al mismo corte de cabello, las mismas pecas, y los dientes un poco separados; era la misma carita, pero en un cuerpo perfecto, bronceado y juvenil. Esa noche tuvieron un roce romántico en un carro prestado que Ulises consiguió para ir a cenar; no llegaron a más por falta de preservativos.
Abril viajaba cada fin de semana al pueblo, se amaron en todos los hoteles baratos de la localidad, en todos los paisajes disponibles, y se escapaban en cada oportunidad que tenían.
Abril fue la de la idea. “Y si nos casamos y te vienes a vivir a Tucson” – le susurró en el oído segundos después de desplomarse en la cama. “Podría hacerte residente o ciudadano y trabajas allá”. La idea le gustó a Ulises, ya estaba harto del pueblo, sentía que no había nada para él.
No le avisaron a nadie, se casaron en una corte en el centro de Tucson donde no les pidieron ninguna identificación, ningún acta de nacimiento, y ese mismo rato le entregaron un documento donde los decretaba marido y mujer por el estado de Arizona. Celebraron cenando en un In’N’Out y mas tarde haciendo el amor en el dormitorio de Abril, su compañera de cuarto se había ido a quedar con las vecinas de la fraternidad de muy mala gana.
A los pocos días Ulises había subido de lava-trastes en un restaurante mexicano a segundo de cocinero, le subieron el sueldo y le tocaban parte de las propinas. Muy pronto Abril y Ulises tenían su propio departamento, un estudio sin recamara, un solo baño, cocina integral, techo alto y el piso de madera; era un edificio viejo de dos pisos con dieciséis otros departamentos iguales, se encontraba muy cerca del centro de la ciudad; Ulises para llegar a su trabajo sólo tenía que cruzar un parque, pasar por debajo de un puente por donde pasaba un tren carguero, y caminar dos cuadras hasta el restaurante.
Poco a poco fueron decorando su nido de amor, entre cosas que compraban en segundas o en walmart, y muebles de ikea llenaron su pequeña morada. Nunca invitaban a nadie, las tardes que coincidían las disfrutaban ellos solos, compraban cerveza barata, Ulises llevaba las sobras del restaurante para cenar; hacían el amor y veían la tele hasta que el sueño los vencía.
Abril se vio forzaba a buscar trabajo, sus padres no estuvieron de acuerdo con el matrimonio y le advirtieron que si se casaba con Ulises le cortarían todo el apoyo económico. Tenía una beca que se encargaba de los gastos básicos de la universidad pero no era suficiente para darse los lujos a los que ella estaba acostumbrada.  Intentó meserear en el restaurante donde trabajaba Ulises pero no funcionó, la rivalidad entre las chicas latinas y una güera creó demasiada tensión y fue muy incómodo para todos, hasta para los clientes. Ahí mismo conoció una pareja que trabajaba en una agencia de modelos, le habían dado una tarjeta pero Abril pensó que se estaban burlando. Un domingo de limpieza se encontró con esa tarjeta y el lunes temprano les llamó; no se acordaron de ella hasta que les explicó dónde se habían conocido. La citaron para una entrevista. Ulises no estaba muy entusiasmado con eso de la modelada pero nunca le mencionó nada a su esposa.
Abril fue muy bien recibida, era alta, de buen cuerpo, bonita y sus pecas le daban mucha personalidad. Empezó a modelar en catálogos de ropa que no conocía, después la llamaban para trabajos de editorial, y menos del año estaba en alta costura y viajaba a Los Ángeles con mucha frecuencia para pasarelas. Por lo menos eso le decía a Ulises. Abril y Ulises alegaban con más frecuencia, Abril empezó a salir sin Ulises y llegaba cada vez mas tarde. Siete de la mañana era lo mas común. Ulises salía muy cansado del restaurante y prefería tomar cerveza y ver la tele.
Una mañana, Ulises se despertó por un extraño ruido, era Abril vomitando en la calle, justo a un lado de la puerta del edificio. Se asomó por la ventana y la vio batallar para abrir la puerta, no le atinaba al cerrojo. Por fin entró pero no llegó muy lejos, dejó la puerta abierta y se desvaneció en el pasillo. Ulises que la estaba dejando lidiar con su borrachera, ignorándola casi gustosamente por coraje, corrió a ayudarle. La cargó en sus brazos y la llevó al departamento, la acostó en la cama, le quitó las zapatillas y la iba a tapar cuando vio unas marcas extrañas en su espalda, parecían mordidas. Ulises trató de despertarla pero Abril no lograba reaccionar. Decidió desvestirla. Eran dos mordiscos, muy leves, pero obvios pues se distinguían claramente los dientes. Abril yacía en calzones, abierta de piernas en el centro de la cama. Ulises en un ataque de histeria le bajó las pantaletas y confirmó sus sospechas; las bragas y su escaso bello púbico estaban manchados de semen. Ulises la tapó con las cobijas y se metió a bañar, mientras se enjabonaba empezó a llorar, lo hizo lo menos escandaloso que podía, se le había hecho tarde, pues le tocaba el turno de abrir en el restaurante. En camino al trabajo se tomó un café caliente que le ayudó a tragarse su orgullo.
Ulises nunca le mencionó nada a su esposa, esperaba que Abril le dijera algo, que la culpa la doblegara, que su conciencia se apiadara de él, pero ella actuaba con naturalidad, lo que a Ulises hizo pensar que no había sido la primera vez que lo engañaba.
Ulises agarró como pretexto el conflicto de intereses, las prioridades y la compatibilidad financiera; le dejó una carta a Abril despidiéndose y deseándole lo mejor. Tomó el siguiente transporte a la frontera donde esperó a un autobús que lo regresara a su pueblo. Nunca obtuvo la residencia.

Ulises conoció a la que sería su segunda esposa mucho después en ese camión.

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