Ir al contenido principal

La Bere Nais

Conocí a la Bere en la secundaria, era de esas chicas que pasan completamente desapercibidas. Flaca, morena, greñuda, siempre traía el uniforme percudido, ningún rasgo de ella resaltaba para bien. El único punto a su favor era que se juntaba con las chicas mas populares de la escuela; la Zuri, la Mina, la Gorro, la Viana, y otras con las que fantaseaba todo adolescente de nuestra secundaria y de las otras en el pueblo, pues la belleza de ese grupo era legendaria. A la hora de la salida había jóvenes de preparatoria y uno que otro chavo-ruco wannabe malandro que pretendía apantallar con carros de lujo (provenientes del crimen organizado que andaba muy de moda en aquellos años). A mí me daba envidia cada que levantaban a una compañera y me preguntaba si no veían las morrillas pendejas el gran error que estaban cometiendo. Debo admitir que tiempo después hice lo mismo que aquellos vatos de prepa. (sin los carros de lujo ni pertenecer al narco).
La Bere asistía a todas las fiestas, a veces pensaba que la usaban como un tipo de contraste, para que resaltara la belleza de las chicas populares al lado de su cotidianidad. A la hora de jugar a la botella nadie quería besarse con ella. Nadie quería sentarse a su lado. Cuando se formaban parejas ya entrada la noche siempre se quedaba sola y los varones preferían irse de la fiesta a sacarle plática.
En la preparatoria se le empezaron a marcar unas pelotillas de golf en los pechos, mientras que a sus amigas desde la secundaría ya tenían exuberantes teclas y nalgatorios grandes y redondeados. Me imagino que por eso siempre la Bere vestía ropa agüada, para disimular su falta de curvas.
Yo estaba obsesionado con la Viana, era como dos años mayor, pero su papá se cambiaba mucho de ciudad por el trabajo y para mi suerte le tocó estar en ese grupo, (después supe que su papá había mega estafado a un banco en Colima y le tenían un rastro). Viana era alta, blanca, ojos grises y muy grandes con pestañas largas como de venado, tenía el cabello lacio, castaño claro con destellos dorados. Siempre se acomodaba la falta para que le quedara hasta arriba, enseñando todos los muslos. Cuando se agachaba se le veían los calzones, no usaba shorts de lycra como las demás, y la delgada tela de algodón de su ropa interior nos mostraba los aspectos básicos del paraíso.
Viana sabía que me gustaba, pero tenía novio, siempre tenía novio, y todos sus novios eran de la prepa y eran amigos entre si. Básicamente se iban rotando. En las fiestas cuando la veía besarse con tipos, abría los ojos y me miraba fijamente mientras le apretaba la espalda a su actual pareja; se burlaba de mí. Cuando se iban al cuarto a veces me guiñaba un ojo la muy cabrona.
En la escuela Viana me hacía carrilla, me decía que la Bere estaba enamorada de mí, yo no le creía, además de que no me gustaba para nada, aunque me caía muy bien y hasta me identificaba con ella en algunas cosas, pero no, no era mi tipo. En una de esas la Bere me escuchó decir "asco que" refiriéndome a ella; iba entrando al salon y se quedó quieta, de pié, mirándome con sus ojos negros cada vez mas brillosos por las lágrimas que se formaban y acumulaban entre sus párpados. Se dio la vuelta y salió a paso veloz. Traté de decirle algo, pero no salió palabra alguna de mi boca. Sus "amigas" soltaron una ruidosa carcajada y no la siguieron ni le llamaron.
Ese año me fui del pueblo para Texas, mi primo me había invitado a trabajar con su patrón a un rancho, nos darían tiempo para seguir los estudios de la "Jai Scul" y por las tardes nos dedicaríamos a los quehaceres del lugar. Con los meses se me olvidó la Viana y sus piernas largas, y se me olvidó la Bere y la forma en la que se me quedó viendo por ultima vez. No existían las redes sociales, los celulares eran lujos, el internet era algo que estaba fuera de nuestro alcance; fui perdiendo contacto.
Como cuatro años después regresé a mi pueblo. Eran las fiestas de no se que santo y había fiesta en la plaza. Había música en vivo, puestos de comida y mucha cerveza. Me encontré a muchos conocidos; mi primo se perdió a la primera oportunidad que tuvo con la primera muchacha que apalabró. Mi primo tenía un don con el verbo, yo nunca sabía qué decirle a las mujeres, ni sobre qué hablar o que tono usar. A lo lejos vi a la Viana, la reconocí por el cabello, pero estaba gordísima completamente desfigurada, iba con tres niños, me imaginé que eran de ella, a su lado caminaba un vaquero mas o menos con la misma barriga que ella portaba, botas, sombrero y todo el kit, en sus manos llevaba un seis de "badlai" mientras que la Viana batallaba con los huercos. Algo de esa escena me dio mucho gusto. Su mirada cruzó con la mía y rápidamente fingió no verme. Siguió caminando arrastrando a uno de sus chamacos.
En un puesto de elotes sucedió lo inevitable; "Hola" - me dijo una dulce voz, al voltear estaba una muchacha, no la reconocí, me costó trabajo al principio saber quien era, pero sus negros ojos ahora amplificados por unos finos lentes de ver me remontaron a mi adolescencia y especialmente a ese ultimo día que la vi; era la Bere. No pude evitar analizarla cuidadosamente, ya no era aquella chamaca escuálida. La nueva Bere resaltaba, su piel morena resplandecía, sus labios se tornaron grandes y carnosos, su blusa fallaba en disimular los pechos firmes presionando contra el tejido estirando los botones. Sus caderas habían agarrado forma y no quise verle las nalgas por que me iba a ver muy obvio, pero les puedo decir que cuando nos despedimos pude comprobar mi sospecha de que se le había formado un buen culichi.
Quedamos de que pasaría por ella para ir a cenar.
Fuimos al único restaurante italiano que había en el pueblo en aquella época, con la peor pasta, cocida de más, salsa de tomate aguada y desabrida, carne molida de dudosa procedencia, ensalada cesar con aderezo ranch y queso parmesano en polvo de mentiritas. "Me encanta este lugar" - dijo.
Después de ahí optamos por ir a caminar a la playa. Me contó toda su historia, casi. Que se fue a Caborca a estudiar Administración de Empresas. Tuvo un hijo con un novio del Sásabe, cuando le dijo que estaba embarazada él le prometió matrimonio y todo lo demás pero a los tres días desapareció, y no supieron de él ni en su trabajo. "Ya no se presentó señorita" - fue todo lo que le dijeron. Bere se regresó al pueblo a vivir con sus papás sin terminar la carrera. "Trabajo en el hotel, les ayudo con la contaduría."
La tome de la mano mientras seguíamos caminando. "¿Nos sentamos un rato?" - le pregunté en forma de sugerencia. Sin decir nada me jaló hacia una loma y para atrás de un matorral; se sentó y yo hice lo mismo. Ya nadie habló, así que hice lo primero que se me ocurrió y la besé. Al principio no me correspondió, apretaba los labios pero no se quitaba tampoco. Me quité y solo dijo que tenía miedo. "Si no quieres no" - le dije. Se me lanzó y me empezó a besar empleando toda la fuerza de esos carnosos labios. Su respiración se fue acelerando. Comencé a pasar mis manos por sus nalgas, traía un pantalón de mezclilla ajustado y casi no se disfrutaba. Pasé mi mano izquierda hasta sus pechos, se quitó de inmediato. "Es que no sé, apenas nos vimos ayer, ni te conozco" - susurró temblorosa. "Soy yo" - le dije al oído y empecé a besarle el cuello. No sé como sucedió pero de la nada estábamos en calzones y recostados sobre la arena. Por mi mente pasaban todas las veces que había visto serpientes y alacranes en esas mismas dunas y arbustos, pero no le hice caso a mis instintos de supervivencia. Mi mano llegó hasta su sexo, lo sentí húmedo. "NO" - expresó muy seria y casi en voz alta. Se sentó. "Mira, es solo mi mano, es mas, tu me vas diciendo hasta donde, te prometo que te haré caso" - propuse sin pensarlo. Volvimos a lo nuestro, mi mano, mas bien mis dedos hicieron su trabajo. Ya temblaba, no podía concentrarse en besarme, solamente gemía, y trataba de contenerse, su pelvis se movía una y otra vez replegándose contra mi brazo, sus piernas me apretaban. Le agarré su mano y se la coloqué en mi falo, lo tomó y empezó a frotar con fuerza. "No quiero otro hijo" - dijo entre gemidos "Ponte condón". Para mi eso significó que me estaba dando permiso para tener relaciones sexuales y específicamente: coito (copular, enchufar, coger, o como le prefieran decir ustedes). Rápidamente busqué en mi pantalón la cartera, saqué un empaque metálico antiguo que decía Trojan con letras apenas legibles (mi hermano me había regalado ese condón años atrás en una de esas pláticas sobre la sexualidad "...además de que duras más haciéndolo con el hule puesto" - remató), saqué el preservativo, estaba seco, se había evaporado todo por las microscópicas grietas de la envoltura; aún así se veía en buen estado. Me lo puse rápidamente, como pude, sin nada que lubricara el incómodo látex y la sensible piel de mi miembro. Me tendí sobre ella, abrió sus piernas y "Aaaaayyyyy" - exclamó "esta muy seco, y lleno de arena, me raspa mucho". No iba a dejar que esto me detuviera; no tan fácilmente, no después de tanto trabajo y espagueti a la boloñesa. Así que usé la imaginación (y memorias de videos pornográficos) y me escupí la mano para frotarme el pene. La cosa mejoró bastante, hasta yo podía sentir los gruesos granos de arena. Dentro de poco estaba tan mojada que ya no se sentía nada. Mi hermano tenía razón, duré un total de un minuto cuarenta segundos; veinte segundos mas que mi record. Terminé y me quité, enterré el preservativo empanizado en la duna y empecé a cambiarme. "¿Así nomás?" - me preguntó inmóvil. "Para eso me gustabas" - remató.
De regreso a su casa nadie dijo nada. Se bajó en silencio, cerró la puerta y caminó de prisa hacia la entrada. Esperé como el caballero que soy hasta que se metiera a su casa para darle al carro. Justo antes de adentrarse y atrancar la puerta, pude ver que extendió su brazo con ahínco y me hizo la señal de "metete el dedo" con la mano.
Fue una buena noche con la Bere Nais.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Glod Bless Taylor Swift

Estoy en un bar medio rudo en el lado este del centro de San Diego, estoy aquí por trabajo, vine a grabar un video de una nueva aplicación móvil que vamos a promover y quise que en el mapa saliera el estadio de Los Padres. La app te ayuda a encontrar estacionamiento, te muestra las tarifas, y puedes extender tu estadía desde tu celular sin tener que salir a poner monedas. Tenía que esperar a que se agotara el tiempo del parquímetro para grabar los siguientes pasos y opciones. Por suerte vi un letrero que decía brewery como a dos cuadras de donde me estacioné y fijé mi trayecto. En el camino una docena de homeless acampando en las banquetas (si se le puede llamar acampar), algunos inconscientes bajo el achicharrante sol de medio día, abrazando una transparente bolsa de Walmart con pocas pertenencias, papeles, fotos, calzones; lo más importante. El bar se llama Knotty Barrel, en la esquina de la calle Market y Novena avenida. Es un bar como miles de bares, oscuro, sucio, una barra larga...
Un  tweet que no pienso publicar (aún)   H ace unos años (2019) se me vino mi pequeño mundo encima; en ese momento no supe lidiar con un nuevo fracaso, tenía poco relativamente que había empezado de nuevo después de un divorcio. Trabajo nuevo, rutina nueva, vivienda nueva, relaciones nuevas, etc... Mi vida iba bien, pero en cuestion de unas semanas, todo empezó a fallar; la compañía donde trabajaba se declaró en bancarrota quedando algunos meses de sueldo y comisiones pendientes, mi ex esposa y yo tuvimos problemas y una madrugada me quedé sin poder ver a mis hijos, un trapo sucio de un pasado olvidado salió con saña a causar mucho daño a terceras personas y manchar mi nombre, mis tarjetas de crédito estaban al tope con la navidad a la vuelta de la esquina, y el aislamiento de mi familia que yo mismo ocasioné por ser un mandilón me dejó sintiéndome completamente sólo... me hundí, no salía de mi cama, pedía dinero prestado y me lo gastaba en alcohol. En el punto más melodr...

El Tremendo “Tweety”

El Tremendo “Tweety” Hace algunos años mi amigo “Tweety” me contó como él se encargaba de recibir la merca' que otro grupo delictivo se ocupaba de cruzar a los Estados Unidos. Fue una noche que le di un aventón a su depa después de la chamba; acababa de entrar a la agencia de bienes raíces donde yo trabajaba. Recientemente había perdido su Mini Cooper rojo que siempre mantenía impecable, su casa gigante y fresona se la quedó la exesposa cuando se divorció, sus hijos no le hablaban y por el momento rentaba un cuarto por las orillas de la ciudad. Primero fuimos al Shooter’s Sports Bar por unas alitas de pollo bien doradas, con salsa búfalo extra picante y para pasarlas unos cuantos tarros de cerveza Indio de barril, los más helados y baratos de la ciudad; después de invitarle la cena procedí a llevarlo a su apartamento. “Hazme un paro.” – me dijo en cuanto llegamos. “Llévame aquí súper cerquitas a comprar un gallo para dormir a gusto.” Lo pensé un segundo, pero terminé aceptando con ...