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Nacho 3.0

Las Aventuras de Nacho Vol. 03

Cuando entré a la secu decidí terminar con mi novia de la primaria, inventé que me había enterado que le gustaba otro y con eso la dejé. Y es que después de una primaria privada con tan pocas mujeres, entrar a una secundaria pública con muchísimas y unas con unas curvas increíbles era el paraíso.
Las mujeres del segundo B o segundo año de Secretariado eran el deseo de toda la escuela (maestros incluídos). Marbella, América, Dennia, Cindy y otras que no recuerdo ya. Eran coquetas y había rumores de que tenían “experiencia”. Eran diosas del Olimpo para nosotros humanos de primer año de secundaria. Pero no nos iba tan mal, no me puedo quejar.
    –“Ven a la casa.” – me dijo un día mi primo Pancho.
    –“A qué?”
    –“Hay una prima mía de Sinaloa que se vino a vivir con nosotros y está bien buena.”
No me dijo dos veces, tuve que buscar un pretexto por que usualmente solamente iba los domingos a su casa, inventé algo (no recuerdo qué) y me llevaron mis padres.
Sí estaba buena, un poco demasiado curvilínea para mi gusto, pero a esa edad no te importa. Se llamaba Flor Andrea y era de Culiacán y para mi suerte entró al segundo B junto con las musas, ella me ayudaría a entrar al círculo prohibido o de plano me enseñaría sus tetas.
No recuerdo cómo fue que pasó pero todos los días iba a visitar a mi primo Pancho, y al poco tiempo Flor Andrea y yo éramos novios en secreto. Nos escondíamos cada que podíamos en la casa de mi primo para darnos besos.
Al entrar el invierno el frío nos limitó a jugar afuera, así que veíamos películas en el cuarto de la tele. Flor Andrea y yo nos tapábamos con una cobija y nos agarrábamos la mano por abajo sin que se viera. Una tarde de esas en el cuarto de la tele, Flor Andrea rozó con su mano mi miembro, el 99% del tiempo tenía una erección en la adolescencia, y esa vez no fue la excepción. Para mi sorpresa, no quitó su mano, todo lo contrario, por encima del pantalón lo empezó a sobar, y yo, poco a poco fui llevando mi mano hacia su cosita y por encima del pantalón le empecé a sobar. Sentía su respiración acelerarse y como se contraía su vientre, ligeros espasmos que disimulaba con toser. Pero nunca me dejó por debajo del pantalón y por esa única razón terminé con ella. Y con ese rompimiento murieron todas las posibilidades de juntarme con las morras del Segundo B.
No se que le habrá dicho Flor Andrea a las del Segundo B, pero siempre que me veían se reían, me apuntaban y secreteaban burlonas unas con otras.

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