No se como describir eso que sentí cuando te vi por primera vez. No pude volver a concentrarme en la plática y la cerveza no me supo igual. No podía dejar de voltear a verte. Sentía que me mareaba y me faltaba el aire, era más o menos lo que se siente justo antes de venirte. Una adicción instantánea. No se si te ha pasado algo similar, quiero pensar que a todos nos pasa alguna vez en la vida, si no, pues que triste. Lo malo es que nunca volteabas, ahí estabas con tus amigas tomando esos traguitos mamones con frutitas y de colores muy llamativos. Cuando iba al baño hacía todo lo posible por llamar la atención, solo me faltó agarrarme a putazos con alguien, cosa que pensé en hacer. Pasaba a un lado de ti y tu ni en cuenta. A cada rato iba o me paraba a la rocola, nunca había puesto tanto dinero en la pinché maquina esa. Mis amigos pensaron que tenía mal de orina y hasta me recomendaron un té de Don Zenaido. Y tu no volteabas.
Para mi pinché suerte de perro atropellado, en ese momento de inspiración, llegó la muy puta de la Carmen. Y llegó con todo. En cuanto entró con sus amigas igual de putas que ella el ambiente cambió. Empezó a gritar y a bailar como si estuviera en un video de Daddy Yankee, restregándole sus partes infectadas a todo bicholudo ahí presente. Noté que tu y tu grupo de amigas dizque “fresonas” se sintieron incómodas, empezaron a prepararse para pagar y salir de ahí. La Carmen llegó hacia mí con su cara de satisfacción al saber que su grandiosa entrada había sido todo un éxito. Me hice pendejo con mi cerveza pero no sirvió de nada.
– “Quihuboles mi Raúlito hermoso.” –dijo con tono de mala de telenovela, mientras me agarraba la verga.
– “Que onda Carmen no te vi llegar.” –le contesté nervioso.
– “No te hagas pendejo si me fijé como me mirabas.”
– “¿Cómo?”
– “Pues deseando revivir aquellos momentos.”
Los ojos cristalizados de Carmen me decían que se había metido mucha coca, el movimiento de caderas y la manera que me apretaba la entrepierna indicaban que andaba en busca de pelea, y yo no quería nada con ella desde hace mucho.
– “¿No Carmen como crees? Eso ya está en el pasado.”
– “Pero pues, recordar es vivir y vivir es recordar.”
Soltó su carcajada de madrota experimentada y repegó sus grandes nalgas en mi rodilla y empezó a tallarse como si tuviera comezón en el culo, esto justamente cuando pasabas por un lado. Tu primer imagen de mi fue con la puta de la Carmen culeandose a mi rodilla y agarrándome el pito.
Duré meses preguntando por ti, tratado de averiguar quien eras, pero nadie me daba razón. No te volví a ver por ningún lado y menos a tu grupo de amigas que pues en realidad no recordaba, solo que se la daban de muy acá. Lo que sí me grabé como fotografía, era tu rostro, tus ojos, tus boquita, el color de tu piel, tu peinado, tus dientes perfectos al reír. Por las noches pensaba en ti mientras me bañaba, te imaginaba desnuda y conmigo adentro de ti, tus pechos redondos y firmes, tus piernas suaves y tus nalgas grandes y duras. Gemías y gritabas y cerrabas los ojos de placer, éramos muy felices hasta que me chorreaba y te esfumabas entre el vapor de la regadera.
Siete meses pasaron así, buscándote y encontrándote solamente en mis fantasías. Pasaron algunas veces que te confundía de lejos, que pensaba verte, después de armarme de valor caminaba hacía ti. Pero a cada paso que daba te ibas transformando en otra mujer. Sin darme cuenta te fui olvidando. Fueron menos las noches que pensaba en ti, al salir a pistear a la calle dejé de fijarme a ver si te aparecías.
Me salió un viaje de negocios, yo en ese entonces me dedicaba a contratar personas para que pasaran mota o trajeran dólares o armas dependiendo del pedido. Me iba muy bien pues no contrataba a cualquiera, les hacía pruebas y los entrenaba bien. Les pagaba mejor que la competencia y así no me fallaban y los que me fallaban pues me los chingaba yo personalmente, con los demás viendo. Me querían contratar los nuevos de Tijuana. Fui a reunirme con ellos en contra de las recomendaciones de mi madre, quien era mi asesor y mano derecha en el negocio, pero ya estaba aburrido. La oferta me pareció muy buena, trabajar en equipo y expander mi territorio a California trabajando para ellos, ganando una comisión, mientras sigo trabajando por mi cuenta en Sonora y Arizona. La cita fue en Las Pulgas, un mega antro de 8 pistas, cada una con un grupo o conjunto de banda, tambora, mariachi, norteño, ranchero, sierreño y “purasdesas”. Después de los acuerdos me llevaron a un burdel llamado Marielitas en la calle Coahuila en el centro de Tijuana. El área estaba muy cambiada de la última vez que había ido. Había muchos faroles y las calles estaban empedradas y tenían banquetas muy modernas. Había policías patrullando a caballo y el ambiente estaba limpio y hasta bonito. Las putitas seguían ahí, recargadas en las paredes de los bares y de hotelitos de paso, esperando que llegue alguien necesitado de amor. Uno no coge con putas por caliente, por que eso se arregla con una puñeta. Uno coge con putas por que se siente solo y le hace falta sentirse querido. Todas las putas que he conocido son cariñosas, unas más vulgares que otras, pero cariñosas al final de cuentas. El exterior del Marielitas era el mismo que conocí años atrás, pero por dentro parecía un casino de lujo de las vegas, de esos que salen en las películas de James Bond. Había un tubo en el centro del bar, con su plataforma y toda la cosa, pero nadie lo usaba, no había nadie bailando. El Lugar tenía fácil unas trescientas putas, y había para todos los gustos. Mujeres altas, rubias, delgadas, gorditas, chaparras, morenas, chinitas, feas y bonitas. Caminaban entre sus posibles clientes como tiburones asechando su presa. Usaban disfraces de todo tipo, de enfermeras, colegialas, vampiras, de mecánicas, hasta trajes típicos internacionales. Después de varios tequilas mi nuevo socio saca una bolsita de plástico con coca, le mete una cucharita que traía colgando en el llavero y se lo lleva a la nariz, inhalando con fuerza como para que todos lo vean, pero nadie volteaba acostumbrados a este tipo de escenarios. Lo hace tres o cuatro veces, lo guarda en el bolsillo de atrás y se faja inflando su pecho. Apenas y le entiendo:
– “Te tenemos un regalito.” –dijo sonriendo estúpidamente.
– “Yo no trabajo con regalitos.” –contesté medio asustado y medio intrigado.
– “No seas mamón verga, este es un simple gesto de agradecimiento.”
Se lamió los labios y le dio una nalgada a una ama de casa que lleva puesto el puro mandil y un plumero, ésta rió y se alejó moviendo el trasero con exageración y el manotazo pintado de rojo. Mi socio se me queda viendo y al final le salen las palabras:
– “Cual vieja quieres?”
– “No pues déjame ver.”
– “Es mas, sígueme, te voy a llevar al ‘bihaipi’.”
Nos terminamos las cervezas con las que estábamos pasando los tequilas y me fue guiando por entre la multitud. Había cabrones de todos los tipos y razas, empresarios chinos, jóvenes popis, políticos, trabajadores de maquilas, cholos, gringos de todas las edades. A un lado del baño había una puerta que decía: “Solo Empleados” pintado a mano con hoja de oro, entramos y me tardé unos segundos acostumbrarme a la obscuridad. Poco a poco fui viendo el lugar, una sala con muebles antiguos, mesas con lo que parecía mármol, alfombras persas. Nos sentamos y llegó una chinita vestida toda de negro tipo kung-fu. Mi socio empezó a cantar:
– “En el bosque de la China, la chinita se perdió…”
La chinita se agachaba y reía. Cuando mi socio terminó su estúpido canto, que nunca me gustó ni en la primaria, la chinita sin ningún acento asiático nos saludó:
– “Buenas noches caballeros.”
Se agachó como lo hacen los chinitos y dirigiéndose a mi dice:
– “Veo que tenemos a un nuevo miembro, bienvenido sea, joven.”
– “Gracias.” –contesté torpemente, asombrado, pues me esperaba un acento como en las comidas chinas de Mexicali. Mi compañero enfadado se puso de pie y se le pegó como lo hacen los perros cuando traen el chile de fuera.
– “Traje a mi nuevo socio a con la Vanesa y pues si tu estás disponible pues para ver si es verdad que las chinitas tienen esa madre atravesada.”
– “Yo solo soy una mensajera pero…”
– “Pues consígame una pinche china para mi.” –la interrumpió gritando.
La empujó a un lado con fuerza. La chinita después de recuperar el equilibrio se agachó una vez mas y se fue de puntitas sin hacer nada de ruido. Mi nuevo socio se tiró en el sillón balbuceando no se que chingados. A los dos minutos regresó la chinita y volteando hacia mi me hizo un gesto con la cabeza de que la siguiera. Mi socio estaba mandando un mensaje con su blackberry, tenía cara de que no sabia lo que hacía. Caminamos por unos pasillos llenos de puertas, olía a incienso como el de las misas de navidad pero mezclado con perfume fino. Paró a secas frente a una de las puertas y con su mano indicó que pasara. Le sonreí y la observé desaparecer entre las tinieblas. Abrí la puerta, había una luz tenue y danzante que animaba las sombras, cerré la puerta detrás de mi y permanecí ahí parado. Era una recamara normal, una cama amplia, un tocador, unos cajones, y un closet de madera, todo muy moderno y limpio. En las paredes colgaban pinturas abstractas y sobre el tocador una veladora encendida. Me senté sobre la cama, no estaba seguro que esperar, pero hice exactamente eso, esperar. Me recosté y sentí el cómodo colchón abrazarme, las frescas sábanas perfumadas me recordaban a cada domingo cuando mi Amá lava mi colcha después de un fin de semana de borracheras y cogederas. Cerré los ojos un instante, cuando los abrí distinguí la figura borrosa de una mujer sentada sobre el peinador. De prisa me senté tallándome los ojos, sentí mi vos rasposa:
– “¿llevo mucho dormido?”
– “Pues unos 15 minutos.”
– “¿Y como funciona esto? Es mi primera vez con…”
– “Con una puta.” –dijo interrumpiéndome.
– “No, no una puta, un acuerdo.” –me apresuré a contestar.
– “ Que bonita forma de ponerlo.” –contestó con cara de enfado.
Sentí un punzante dolor de cabeza, era la cruda que me estaba dando, tenía como veinte minutos sin pistear y sentía sed. Y encima de todo me cagaban las putas contestonas que se la dan de muy truchas. Ahuevo que había estado con putas antes, pero pues les gusta escuchar eso y sentirse “especiales”.
– “Mira si no quieres…”
– “No dije eso”, –me interrumpió nuevamente: “lo que pasa es que yo te vi con una puta.”
– ¿Qué? ¿Cuándo?
La luz de la vela no me permitía verla bien. “¿De donde chingados la conozco a esta pinche vieja?” – Pensé. Me paré nervioso, me sentía atrapado y no podía respirar con tanto pinche incienso y perfume.
– “A lo mejor tu no te acuerdas de mi pero yo de ti si. En Peñasco hace como siete meses mas o menos, en un bar por la calle trece.”
– “No yo…”
– “Si si eras tu”, –me interrumpió de nuevo la pinche puta contestona y mal educada “en la barra, con tus amigos, y después llegó una putota corriente y se te sentó y se te untaba mientras te agarraba la bichola…”
Sin pensarlo di dos pasos y la tome del cabello con una mano, con la otra agarré la veladora, la subí para ver su rostro. Me quedé congelado, sentía como gotas de sudor empezaron a brotar por toda mi piel, las sentía chocar las unas con las otras, uniéndose, hasta que se hacían gotas gigantes, después el peso y la gravedad las obligaba a deslizarse y eventualmente caer al piso.
Si, eras tu. Mi primer instinto fue agarrarte a putazos, y lo hice. Ni una sola vez gritaste, no hiciste ni un ruidito, nada. ¿Cómo pudiste hacerme esto? Si tu eras la mujer perfecta, fina, preciosa, yo te amaba. Te golpeé la cara hasta que quedó una especia de puré rojo con pedazos de astilla de hueso. Las paredes quedaron manchadas de sangre. Los cuadros abstractos obtuvieron un nuevo matiz, y en el piso se fue formando una laguna roja. Mis manos quedaron hinchadas, apenas podía cerrar los puños. Aun temblaba tu cuerpo cuando te quité la ropa y te hice el amor salvajemente. Fue mejor que en aquellas noches en la regadera, ya no te evaporabas, ahora me manchabas para siempre, me impregnaba de ti para siempre. Para siempre.
wuuoooo!!!!!
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