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Cabeza Dura

 

Algo que para mí siempre había sido como un sueño, de esos nítidos, que se te graban para toda tu vida, y que siempre los estás recordando, terminó siendo una realidad. Hace poco mi mamá me platicó que cuando yo tenía cinco años de edad me aventé del techo de la casa con la fe tan fuerte (como la de un terrorista extremista religioso o un fanático político nacionalista) en que yo podía volar con el puro poder de mi mente. No tengo alusión del madrazo, pero cada vez esos discos herniados de mi columna vertebral encuentran más historias de origen que todo el universo de Marvel y DC combinados. Aún recuerdo sentir el viento en la frente al estar parado sobre la orilla del tejado, de aquella casa del señor Castillo detrás de la ETI justo antes del salto "I can fly" - me repetía. Me salvó mi cabeza dura, la elasticidad que tiene un niño a esa edad, o las películas de Kung Fu que veía con mi hermano. 

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