Todo inició el viernes, mi jefa tuvo una emergencia y salió de la oficina, antes de que abandonara el edificio le pregunté sobre la posibilidad de salir temprano. "Sí anda" - me contestó de prisa juntando sus cosas. Y pues yo terminé lo que estaba haciendo, guardé los archivos en la compu, y salí con rumbo a Mexicali (ya traía mi maleta en el carro). Normalmente eso hago, el viernes a las 5 salgo, me enfrento un tráfico cada día peor que el anterior y llego a Mexicali derecho a cenar y después mi amigo Neto me lleva a algún bar o cervecería (o table), pero creo que traía COVID y yo había salido temprano, no había tráfico, así que me fui derecho a Peñasco.
Antes de llegar le marqué a mis amigos de toda la vida para ir a cenar algo, uno estaba cansado, otro tenía un compromiso, otro no me contestó, otro andaba fuera de la ciudad, etc... en eso me entra un mensaje: "¿Cuando llegas?". Era mi amiga Liz, una de tantas mamás solteras que he conocido desde mi divorcio. Aceptó la invitación a la cena "Se me antoja ir al Garufa" me escribió. Lo primero que hice fue hablar a casa de mis papás para avisar que esa noche no llegaría a dormir (con una poca suerte). Alquilé una habitación con vista al mar, me bañé y me alisté, y viendo el mar desde mi balcón te mandé un mensaje por whaptsapp: "Hi, what you doing?" a lo que respondiste "Muriendo lentamente" con una foto adjunta de un suerox.
Lo único bueno del Garufa fue el carpaccio de remolacha que pedí, lo demás mal cocinado y sobrevalorado (en mi humilde opinión). Otra cosa que tienen decente y barato es el vino de la casa, un Concha y Toro, ensamblaje de cabernet sauvignon y carmenere, bastante digerible.; lo venden en el Sam’s Club a quinientos pesos la caja. Yo estaba muy agusto platicando y dando mi cátedra sobre bienes raíces (nueva carrera para Liz) cuando me interrumpe y me dice: "Tengo mota". Rápidamente pedí la cuenta y salimos de ahí.
Nos pusimos cerca de la entrada a La Choya, ahí forjó con gran habilidad un mega churro: "Solo le falta el filtro" - dijo (o lo dijiste tú aquella tarde frente a la playa en El Mirador, la verdad no recuerdo). Saqué el encendedor aquel que compré en el supermercado frente al Manny's aquella misma tarde. "Pero voy a cambiarle a tu música rara" - demandó con tono despectivo y lo más fácil fue que usara mi teléfono, me arrepentí a los dos segundos de escuchar que había puesto Reggetón, (va a salir en mi resumen de final de año - pensé). Nos salimos del carro, ella quejándose del frío y tratando de convencerme que el domingo en la mañana los perros de la frontera no olfatearían nada. Mantuve mi posición firme y empezamos a rolar el poro bajo la tenue luz de las estrellas. Estaba buena la mota, hasta la música me empezaba a gustar. Sentí que era momento de parar de fumar, y ella sola se lo terminó.
Fuimos a dar una vuelta, ella era la D.J. yo andaba super marihuano, serio, ido, solo escuchaba la música y miles de ideas alteradas pasaban por mi mente, escuchaba a Liz que hablaba y hablaba, pero casi no captaba nada, la miré, joven, hermosa, y no se le notaba nada, yo sentía mis ojos casi cerrados y colorados, con una pesadez enorme sobre ellos. Ya me había dicho que debíamos de tomar algo, pero no me sentía listo para bajarme a ningún establecimiento; si hubiera sido de día, con lentes obscuros puestos, lo hubiera hecho. Por fin nos bajamos al expendio Don Antonio. Ella eligió un seis de Bohemia Weizen "No aceptamos tarjetas americanas" - nos dijo el tipo que atendía. Saqué mi tarjeta de crédito mexicana. Tenía un año que no me tomaba una Weizen, me supo riquísima. A los pocos minutos (en esa dimensión elevada donde el tiempo es relativo) le empezaron a llover mensajes de textos y llamadas. Hubo drama familiar y la niñera era su hermanita así que la fui a dejar en cuanto nos acabamos el seis. Mi paranoia me susurró al oído: “eligió Bohemia Weizen por que te estalkió y sabe que te gustan, te está tratando de manipular emocionalmente”. Yo se como jugar este juego - pensé.
A las 11:35 pm mi imprudente ser te mandó unos mensajes: "¿Qué estará bueno ahorita? Ando mariguana y peda. ¿Chabelas? No hubo contestación de tu parte. Hiciste bien, o no se, hubiera estado cool una peda de ese nivel contigo. Había pasado por ahí como seis veces cuando andaba dando la vuelta con Liz y siempre estaba a reventar, no quería eso, pero pasando por ahí casi a las 12:00 am ya rumbo a mi hotel vi que ya se había vaciado. Llegué y había lugar en la barra y hasta una que otra butaca desocupada, elegí la barra. Saludé con mucho gusto a Marisa, la mesera que tiene años atendiendo en ese bar, una señora casi santa que perdió a su hija por culpa del puto cáncer, tenía mucho tiempo sin verla. Me tomé dos cervezas nada más, y ya cuando me iba empezó música que a mi me gustaba, y me regresé por una última cerveza. "¿Quien puso esa canción?" - le pregunté al cantinero, apuntó con la mirada, a mi lado (saltándose un taburete estaban dos muchachas bien entradas en la plática). Iba pasando Marisa y le pregunté si ellas dos eran pareja, me dijo que no, y decidió mi yo intoxicado socializar. No me fue difícil en ésta ocasión como normalmente lo es, puede ser que eran muy amenas o la mota y las weizens me habían dado un extra de valor. Una se iba a casar en un mes, su futuro esposo un ingeniero civil trabajaba en estados unidos recogiendo lechuga "Vete tu también" - le aconsejé sin que me lo pidieran. La otra, la otra joven era otra historia completamente, al instante sabías que era un alma en pena, una guerrera queriendo ahogar en alcohol todo lo que duele, que a veces suele ser mucho. "Te pareces a mi maestro de arte" - me dijo. Me miraba fijamente unos segundos y después se volteaba. "He sido maestro de arte" - le dije "pero pagan muy poco" - continué. (por lo menos en México, pensé o dije, no recuerdo). En una de esas que se me quedaba viendo me dijo: "¡Estás bien pinche guapo!". Plop, no supe qué contestar, creo que le di gracias y empecé a pedir shots de todos tipos y colores. Agarró su paquete de cigarros y le pedí uno; no fumo, pero quería conocerla más. Nos salimos al estacionamiento de la parte trasera del bar. (Mañana voy a oler a humo pensé, pero seguía inhalando y exhalando bocanadas de tabaco quemado). Tenía razón, mucho dolor, mucho sufrimiento, pero mucha determinación, sin importarle los medios. Me contó su tragedia, le dije que trataría de ayudarle de alguna manera. "No puedes, ellos están allá, encerrados, mi papá es ilegal con documentos falsos, no los puede reclamar..." Mejor nos metimos antes de que la cosa se pusiera muy sentimental. Adentro ya se estaban preparando para cerrar, nos pusimos de acuerdo con un grupo de personas que estaban en otra mesa, conocía a uno de ellos, un tal Cristian Morales, prometieron llevar cerveza, aceptamos. Las chicas me invitaron a que me fuera con ellas, esperamos al cantinero, también nos acompañó. La cita fue en "Mi Playa" pero nunca llegaron los de la mesa, así que el cantinero propuso ir al Bar La Selva, he escuchado muchas cosas de ese lugar (algunas muy interesantes), pero nunca he entrado, las morras no quisieron entrar, así que les propuse que fuéramos a un cajero y a después a un aguaje. Cosa que hicimos. Por suerte mis nuevas amigas traían una hielera en su auto. Hicimos el ritual: cajero, aguaje que mi exnovia me presentó, y a seguir dando vueltas. "Me encantas" - me dijo de la nada. Fuimos a una de las propiedades que su familia renta a turistas en el malecón, estuvimos un rato de necios, alegando como adolescentes por pendejadas, escuchando música, contemplando la obscuridad del mar, cuando la amiga comprometida ya nos dijo que era hora de marcharse. Me dejaron en mi carro en la calle trece y me fui a desplomar a la cama del hotel.
Como a las 9:30 am me despertó el hambre. Bajé al restaurante en busca del famoso buffet "Hoy no tenemos joven, es temporada baja" - me dijo uno de los meseros. Ordené unos chilaquiles rojos, extra picosos, con un huevo estrellado y con aguacate. No se si era el hambre, o la cruda, o la vista al mar, pero me supieron muy buenos. Antes de terminar unos americanos en la mesa de al lado pidieron una mimosa, y enseguida hice lo mismo. Ya saliendo de ahí me topé con una amiga con la que salí hace varios años, cuando recién me divorcié, iba a un baby shower o algo así. Me dió una poca de vergüenza que me viera así, sin bañarme, solo me puse una camiseta y unos pantalones y bajé (di gracias por traer las gafas). No se si fue la mimosa, o si aún estaba bajo la influencia de todo lo que me había metido la noche anterior, pero me armé de valor y la invité a mi habitación. "Deja hacer acto de presencia y ahorita subo" - me contestó con mucha normalidad. O.K. Subí corriendo, me bañé, me puse desodorante, me perfumé, y la esperé en calzones tomándome otra mimosa en el balcón. Hicimos el acto sexual con las ventanas y cortinas abiertas de par en par, con la brisa del mar y el frío que hace en enero entrando a tratar de apagar el fuego. Después hablamos un poco, nos pusimos al tanto. "¿Nos vemos en otros seis años?" - me preguntó ya en la puerta al despedirse. "¿Tan mal así estuvo?" - le contesté seguido por una carcajada. "No, al contrario, es un reclamo" - dijo con una sonrisa pícara.
- Tu trabajas mucho, nunca podemos coincidir.
- Y tú no vives aquí.
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