Me había dicho a mi mismo que solamente me tomaría dos cervezas, eso fue cuando recién llegué a 3 Punk Ales en la tercera avenida, eran como las cuatro de la tarde. Para esto ya me había tomado una cerveza durante la comida y dos en el bar de la esquina antes de que se me ocurriera entrar ahí. Sin darme cuenta ya pasaba de la media noche, hacía frío, la gente saliendo del bar me llevaba consigo, iba flotando entre ellos, pero no con ellos. El D.J. había terminado y las personas que habían ido a verlo salían rápidamente. Durante mi estadía intenté un par de veces de entablar conversaciones con los mexicanos que llenaban el establecimiento, les saqué plática, pero era como hablarle a un santo de la iglesia católica. Al final un cholo me dijo que si quería pertenecer tendría que participar en un ritual de iniciación, dándome entender que sería madreado entre todo el montón de chicanos. Todos se conocían, todos habían ido a la misma escuela, eran del mismo barrio, eran una familia. El cholo soltó una carcajada y me dijo que: "I'm just messing with you ese". El alcohol ya me había borrado todos los filtros sociales, de etiqueta, de sentido común, así que le dije con una cara muy seria: "you can try". El cholo se fue. En eso otro cholito se me acerca y me dice: "don't listen to him." Empezamos a platicar, pero vi que a su jaina le molestaba que no le pusiera atención, en eso llega un grupo grande haciendo mucho barullo, todos planeando el after: "ok, see you at Melissa 's house then." El cholo inicial me ve y me pregunta: "do you know Melissa?" le digo que no con un movimiento lento de mi cabeza, a lo que responde: "then you are not invited." se dio media vuelta, y escuché a dos o tres paisanos reírse burlonamente ante la grandísima falta de respeto. "Estos pendejos qué?" - pensé y empecé a caminar hacia mi carro. Mientras caminaba veía como la oscuridad envolvía a las luces, las caras, todo se combinada y se tornaba borroso, era como caminar entre nubes, densas, y al mismo tiempo todo daba vueltas, si no tuviera experiencia navegando en esas condiciones caería rápidamente al piso, pues es muy difícil saber hacia donde queda el cielo, la tierra, donde es arriba y dónde es abajo. El frío empezaba a calar aún más y se me antojó fumar. Recordé un cigarro electrónico que me había regalado una compañera del trabajo una noche anterior. Me detuve y lo busqué en mis bolsillos, recapitulé o creí haberlo bajado del carro por si se ofrecía. Cucumber Berry, sí lo traía conmigo; le di tres o cuatro jalones. Antes de cruzar la calle de entre el raudal y el vapor blanco aparece un rostro, un chinito, sonriente, pone una mano en mi hombro y apareció en ese momento de cuerpo completo: "hey bro, I just saw you and it looks like you need a shot."
Sabía que no debía meterme más veneno, mi cuerpo y mi conciencia estaban al límite, pero no pude negarme. "Sounds good to me." - le dije tratando de sonreír.
"Ok, follow us dijo."
Es cuando lo vi. Era sin duda pinche Odín. Blanco, no muy alto, pero fuerte de hombro anchos. Portaba una barba larga, el cabello rasurado de los lados y arriba tenía rubios ondulados. Su mirada nunca se cruzó con la mía. Pero sentí la necesidad de seguirlo, a donde fuera pues super al instante de quien se trataba.
Caminamos un par de cuadras, la multitud se abría paso, como el mar rojo cuando Moisés liberó a su pueblo de Egipto. Odín sin un gesto, con la mirada firme hacia delante, caminaba con determinación y quiero pensar que con un rumbo ya fijo. Las decenas de personas afuera de los bares y restaurantes del centro de Chula Vista eran como ovejas, y Odín un pastor alemán. Detrás de él su discípulo el chinito, y detrás del chinito iba yo. Por fin llegamos a nuestro destino, les mentiría si recordara el nombre. Era el bar más culero de Chula Vista, y estaba lleno. Parecía sacado de una película vieja, olía a humedad, a sangre, y el aire mismo sabía a hierro oxidado. Había personas de todas las edades (de 21 para arriba quiero pensar), de todas los colores, tamaños, orientaciones, afiliaciones, profesiones, religiones?... Odín se fue directo al bar y en ese momento como por arte de magia se vaciaron tres lugares, tomamos asiento. El chinito pidió los tres shots, Odín seguía sin voltear a verme. La mesera o bar tender parecía una típica prostituta gringa adicta al cristal, su cabello rubio y seco, casi quebrándose en pedazos, sus ojos huecos, su rostro chupado y con marcas grises, casi calavérico. Me adelanté a pagar. El chinito y yo brindamos, no recuerdo por qué o quién, pero los dos al chocar nuestros caballitos de cristal volteamos a ver a Odín, quien por primera vez me miró, un ojo contenía una estrella, y otro un hueco sin fin; alzó su shot y los tres nos tomamos algo, algún licor extraño. No era tequila, ni agua ardiente, no era whiskey, ni bourbon, no era vodka ni ron, era fuego puro. Nunca había probado algo así, era como tomar fisión nuclear. Cuando el chinito vió que estaba firmando el pago algo cambió, empezó a alegarme algo, pero ese shot hizo que mis circuitos se quemaran, ya no escuchaba, no entendía nada. Veía su rostro molesto, en su cuello las venas saltaban, estaba alterado. Odín se puso de pie y los dos se marcharon, bueno, no recuerdo verlos abandonar el lugar, simplemente ya no estaban. Puse la tarjeta bancaria en mi cartera sin entender lo que estaba pasando. Levanté la cara y eché un vistazo alrededor, era un lugar muy peculiar, con la decoración de los años setentas, alfombra roja, espejos rotos, bancos de hule verde pino. Pero lo más singular eran los clientes. Rápidamente empecé a perder el control, mi cuerpo y mi conciencia perdían piso, necesitaba llegar pronto a mi carro. Cada paso que daba hacia la puerta sentía que me hundía más y más en un mar de cuerpos, de colores, de aromas y sabores. De nuevo se nubló todo.
Abrí los ojos y ya estaba en mi cama, en calzones como suelo dormir siempre. Busco sobre el buró mi teléfono para ver la hora, eran las ocho de la mañana. Debajo de mi celular estaba una tarjeta de presentación: "Melissa Gómez - Real Estate Agent".
Comentarios
Publicar un comentario